Bùsqueda de autenticidad y sentido:

si hay un período de la vida en el cual la autenticidad y el sentido de las cosas son buscados con afán es el de la adolescencia. En todas sus expresiones, los adolescentes buscan lo auténtico por sobre todo, a la vez que buscan el para qué de toda circunstancia. No significa esto que idealizamos al adolescente, ya que esta búsqueda se da a veces de forma conflictiva y no siempre positiva, pero sí reconocemos que la autenticidad es uno de sus valores prioritarios. Los adolescentes asocian lo auténtico con los sentimientos. Sentir para ellos es un parámetro de profunda autenticidad. De ahí que busquen el valor de lo auténtico en diferentes circunstancias significativas de su vida, tales como en la música, en la amistad, en las relaciones de pareja, etc.

En este plano, dicha búsqueda implica distintos niveles de madurez. Y es un territorio que da pie a confusiones diversas que a veces son muy conflictivas y requieren de una actitud ordenadora por parte de los adultos. De todas formas, la búsqueda de lo auténtico es un elemento valioso, que a lo largo de la vida va madurando, pero que no debería perderse jamás.

Busqueda de horizontes:

Para los adolescentes es muy importante su proyección en el mundo, hacia dónde dirigir sus sueños, así como también sentir que sus capacidades encontraron un lugar en la realidad social que les toca. Es un tiempo de búsqueda de vocaciones, de preocupaciones por el futuro, de exploración de capacidades. Cuando hay una sensación de que esos horizontes no existen, se generan severas perturbaciones, pero por lo general los jóvenes siempre encuentran sueños para proyectar, aún en las peores circunstancias.

En la búsqueda de este horizonte es que vemos el enorme despliegue de energía del que los adolescentes son capaces. Los modelos con los que cuentan en esta búsqueda son importantes, tanto por el hecho de que pueden ser emulados o porque sienten que deben diferenciarse de ellos. La relación entre esos modelos de vida y su propia personalidad (la que van descubriendo a fuerza de experiencias) es un desafío para el crecimiento.

Situaciones conflictivas para el vínculo entre padres e hijos

Teniendo como punto de partida la idea de la adolescencia como un período de la vida valioso y lleno de posibilidades, es posible un mejor abordaje de las situaciones conflictivas que suelen aparecer en este período, particularmente en lo que se refiere a la función de los padres. Es una etapa intermedia entre la niñez y la plena adultez.

Si bien a menudo se describen los conflictos que tienen los adolescentes, a los fines de esta guía nos focalizaremos en los conflictos internos y operativos que se le presentan a los padres. Este tipo de conflictos suele manifestarse en relación con las siguientes circunstancias:

1. la creciente autonomía de los hijos los ubica en situaciones nuevas que pueden ser riesgosas y generan temor en los padres.

2. la posibilidad de una aguda mirada crítica y actitud desafiante de los hijos hacia los padres.

3. las dificultades en el ejercicio de la autoridad sin culpa.

4. las complejidades en el vínculo entre los padres que influyen en la educación de los hijos.

La creciente autonomía de los hijos los ubica en situaciones nuevas que pueden ser riesgosas y generan temor en los padres.

El gran tema de los padres es decidir cuándo permitir a los hijos desplegar su creciente afán de autonomía, manejando los tiempos y siendo capaces de discernir qué grado de madurez tiene el hijo adolescente para salir antes del protegido ámbito familiar.

Es conocido el clásico tema de las salidas nocturnas, que sirve como ejemplo sobre la cuestión del manejo de la autonomía. Existen padres más permisivos que otros con relación a este tema. En este sentido, no existe una receta acerca de cuándo y cómo ir "soltando" a los hijos, aunque es altamente recomendable que lo que se decida sea en función de una clara percepción de la situación en cada caso, y no llevado por una inercia que desdibuje la autoridad de los padres en el proceso.

La creciente autonomía de los hijos no es algo que diluya la autoridad de los padres, sino que, en todo caso, modifica las maneras a través de las cuales ésta es ejercida. Esa autoridad, basada en la confianza recíproca construida a lo largo de los años previos, más que nunca es un faro que sirve de referente a los jòvenes en su creciente trànsito por el mundo que està màs allà de las fronteras familiares.

Abusos

Dentro de la cuestión de la autonomía, un dato claro es que muchos jóvenes llevan adelante conductas abusivas de diversa índole, lo que tiene una motivación compleja. Lo concreto es que, ante este dato de la realidad, los padres suelen tener temores, preocupaciones y dudas.

La salida a un mundo no controlado en el que se sabe que existen riesgos, pone a prueba el vínculo entre los padres y los hijos. En este sentido, es imprescindible una percepción lo. más clara posible de la situación personal del hijo, y no un manejo ligado sólo a los datos estadísticos, dentro de los cuales puede o no estar encuadrado el joven en cuestión.

El abuso de sustancias, la sexualidad irresponsable, la velocidad... Los riesgos así enumerados llenan de pánico a muchos padres. En ocasiones, ese pánico es tanto o más perjudicial que los abusos mismos, ya que los jóvenes que se conducen de manera saludable suelen sentir que sus propios padres no confían en ellos ni en la educación ofrecida en los años previos, lo que suele generar un efecto paradojal pernicioso.

En la gran mayoría de los casos de conductas abusivas, los jóvenes tienen ya información de los riesgos que éstas implican, pero las realizan igual. Por eso, la actitud de los padres es más efectiva cuando apunta a ofrecer un espacio firme y confiable de referencia que, a la vez, no sea visto por los hijos sólo como mero espacio de control, por más que en situaciones puntuales el control pueda ser necesario. Justamente, la adolescencia es un tiempo utilizado como espacio de prueba de coraje y "aguante" por parte de los jóvenes.

La posibilidad de una aguda mirada crítica y actitud desafiante de los hijos hacia los padres.

El tiempo de la adolescencia implica la llegada de los hijos a una edad en la que el juicio crítico se desarrolla de gran forma. Es habitual que los jóvenes opinen de las cosas de manera rotunda, sorprendiendo a veces a sus padres con juicios en relación con temas impensables poco tiempo atrás, en general ligados a la forma de la vida diaria, miradas críticas sobre las actitudes de los padres o inclusive la manera de vestirse o de educar a los hermanos menores, por ejemplo.

Es una situación recurrente que los padres reciban opiniones y hasta resistencias llenas de argumentaciones que ponen a prueba su paciencia. Los adolescentes van diciendo "yo soy" justamente a través de expresar ¡deas que sienten como propias y que, bien llevadas, suelen ser interesantes y ofrecer un importante aporte.

Sin embargo, en ocasiones la mirada y la actitud desafiante llega a altos niveles de conflictividad, sobre todo cuando la cuestión se presenta como pulseada, sin posibilidad de conversación o reflexión. Esto suele darse, por ejemplo, en cuestiones de horarios, vestimentas y normas de convivencia. En este sentido es muy útil anticipar este tipo de situaciones y evitar el choque desgastante. Para ello es importante encontrar un orden de prioridades en los temas y, a la vez, tener cierta perspicacia para ver si realmente las actitudes del hijo tienen que ver con un comportamiento generalizado de transgresión de su parte o es sólo un hecho puntual, dentro de una actitud general positiva y atinada.

Las dificultades en el ejercicio de la autoridad sin culpa.

Autoridad y autoritarismo son conceptos que suelen asociarse entre sí por más que sean profundamente diferentes. Muchos padres temen ser autoritarios, y portal motivo, en ciertas ocasiones, dejan de lado el rol de autoridad que les compete.

Es en este punto donde aparece uno de los elementos que más perturba a la función paterna, que es la culpa. No nos referimos a una culpa saludable que nos permite regularnos moralmente, sino a una culpa que proviene del miedo a frustrar, del miedo a hacerle daño a los hijos por el simple hecho de imponer genuiñámente el propio criterio, como si hacerlo fuera algo violento, excesivamente frustrante o directamente destructivo. La sensación distorsionada de culpa genera un malestar que perturba el vínculo de los padres con sus hijos ya que suele inhibir el rol de sostén y orden saludable que es esencial para cumplir cabalmente la función parental.

Jaime Barylko decía que "los padres son culpables de sentirse culpables". Esta expresión señala la importancia de dejar claramente de lado el miedo a ser autoritarios cuando debe ejercerse el rol de autoridad, aprendiendo que ésta no es una mala palabra ni su ejercicio perjudica a los hijos, sino todo lo contrario.

De nada sirven padres obsecuentes con sus hijos, que no les ofrecen puntos firmes de referencia y no se juegan por sus criterios, sin que esto sea símbolo de rigidez.

Mejor es un padre o una madre errados que marcan presencia con sus decisiones (que luego podrán mejorar o corregir) que padres que omiten cumplir con su función en aras de una "libertad" que los hijos no desean ni pueden sostener.

En este sentido, es positivo confiar en la intuición y, si fuera errada, corregirla "el día después". Esto es muy eficaz cuando surgen esas situaciones impensadas y repentinas con las que los hijos adolescentes suelen aparecer y "manejar" tan bien, poniendo en apuros a sus padres.

Muchos padres temen su propia violencia, confundiendo los enojos normales y las actitudes de firmeza enfática con actos de "violencia familiar". En la inmensa mayoría de

los casos, los enojos son parte de procesos normales de intercambio y no actitudes lindantes con la patología. De hecho, muchas veces el efecto de permitir todo a los hijos es psicológicamente más violento que un grito o una actitud rotunda de límite. Un joven que no observa firmeza de parte de sus padres y los percibe como culposos y frágiles tenderá a buscar límites y referencias fuera del ámbito familiar, y lo hará muy probablemente a través de conductas de riesgo para poder, de esa manera, saber dónde están esos límites que se les niegan en su casa.

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